ROCÍO AVELLA
LOS DOGMAS NOS ROBARON A LOS SERES HUMANOS LA CAPACIDAD DE SER LOS CONSTRUCTORES DE NUESTROS PROPIOS DESTINOS
Nos pasamos la vida tratando de buscar soluciones mágicas para cambiar lo que no nos gusta de nuestra propia vida. Aún cuando somos los protagonistas de nuestro destino, escurrimos la responsabilidad de dirigir el curso de nuestra vida pues creemos no tener el control de las situaciones. Como si el timón del gran barco no existiera, la nave simplemente va a la deriva tropezando con todo, golpeándose, inundándose de situaciones que la hacen naufragar. Pero nosotros llegamos a pensar que la tragedia es la condición natural de la vida y por lo tanto o no nos percatamos de la gravedad del asunto o aprendemos a sobrellevar de tal modo el desastre que nos acostumbramos a sufrir buscando la compasión de los amigos, familiares y de nosotros mismos como si tal cosa es lo que nos toca. Es que hemos heredado la tragedia de nuestros padres y como no pescar lo que ellos tan bien nos enseñaron que a su vez se lo enseñaron sus padres y así sucesivamente. Tal vez algún día comprendamos que en Dios se han colgado ya muchos para evadir la responsabilidad que les corresponde asumir. Afirmaciones como: Dios así lo quiso, Dios escribe derecho en líneas torcidas, aprender a través del dolor me va a enseñar mejor la lección, ese era mi destino, entre otras, son frases a las que recurrimos creyendo realmente en ellas.
Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús de Nazaret cómo podía realizar los milagros, éste sabiamente les contestó que ellos también podrían hacerlo, sólo tenían que creerlo. Los dogmas nos robaron a los seres humanos la capacidad de ser los constructores de nuestros propios destinos ya que si había un gran ser que hiciera el trabajo por nosotros, lo menos que teníamos que hacer era ajustarnos a sus leyes, leyes que hicieron quienes controlaban y dirigían estos dogmas y por lo tanto el saldo serían miles de cerebros manejados a su antojo. Al amputarnos éstas doctrinas el poder creador que poseemos todos los seres humanos, aquel que intentó enseñarnos Jesús de Nazaret y por lo cual lo crucificaron, nos convirtieron en seres temerosos e inseguros pues es OTRO el único que realmente tiene la razón y por lo tanto en seres manipulables e irresponsables de la magnitud y trascendencia de sus acciones.
Rocío Avella
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